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Comunicación, discapacidad y sociedad


El papel de la comunicación es social, al fin y al cabo, se trata de encontrar o crear formas de entendimiento entre individuos que terminan entonces por establecer diferentes tipos de relación, que se siguen cultivando o que se truncan, de acuerdo con la forma como vaya fluyendo o no la comunicación.


Entrando al terreno de las profesiones bajo la sombrilla de la “Comunicación” el espectro a la vez que crece, en ocasiones se vuelve difuso y en consecuencia se puede estar dejando de lado la consciencia acerca de lo que los mensajes ayudan a construir y no se tiene en cuenta que también ayudan a modificar el imaginario de quienes los reciben, en diferentes sentidos, para no entrar en discusiones de valor como “para bien o para mal”.


En el castellano, como aspecto afortunado, se ha evolucionado en la forma de expresarse alrededor de la discapacidad, pasando de términos ya casi en desuso como “invalidez” o “minusvalía” a la difusión casi permanente del concepto de Discapacidad, que aunque cuestionado por algunos, es el que mayor consenso tiene hasta el momento.


Sin embargo, lo desafortunado es que en la práctica, cuando los encargados de la comunicación alrededor de temas relacionados con las personas con algún tipo de discapacidad, en el subtexto, esos conceptos permanecen y se han disfrazado de múltiples eufemismos que en la práctica, lo único que buscan es causar pesar y vender (ganar rating, likes) a partir de la lástima.


Si bien, es innegable que se requiere de la resiliencia y la determinación para enfrentarse a los obstáculos que una condición de discapacidad conlleva, no deja de ser este un valor inherente a la condición humana y todos en diferentes medidas y en diferentes momentos debemos hacer uso de ella ante los cambios y vicisitudes de la vida.


La historia y los cambios culturales nos han llevado de extremo a extremo y es así como pasamos de la proscripción, de casi ignorar el tema, a la exaltación exacerbada que, de nuevo, puede estar cargada de la sola búsqueda de la emotividad y el efectismo conmovedor, más allá del solo reconocimiento genuino de lo que hace un ser humano por el simple hecho de serlo.


Este camino, puede llevar a quienes tienen la voz, la pluma (ahora las teclas) o la imagen, a alimentar estereotipos que no favorecen la inclusión en condiciones de igualdad sino que por el contrario, remarcan la diferencia, mantienen el pesar y alimentan una falsa idea de positivismo, que resulta irrespetuosa y hasta ofensiva, cuando se puede entender en el subtexto que si este o aquel pudieron, siendo o teniendo tal o cual “condición”… y un largo etcétera que no solamente es usado en estos casos sino en otros que se pretenden marginales, como cuando se trata de hablar de la pobreza, la discriminación racial o cualquiera de las diferentes exclusiones a las que la humanidad se ha acostumbrado.


Reducir a las personas a una discapacidad y dejar de lado el resto de su ser es eso precisamente, una reducción, limitarse a una opción de mirada, de reseña, a una parte de la historia, que deja de lado otras características propias del ser y de su entorno, que también merecen ser contadas, para que el resto de la comunidad tenga la oportunidad de conocerlas y de inspirarse también a partir de ellas; de la inteligencia, el humor, la disciplina, todas las capacidades y valores disponibles y desarrolladas por ese o esos individuos de quienes se habla, que no deben ser tomados como sujetos de pesar o caridad, sino sujetos de derechos y parte activa en la construcción de la sociedad en la que vivimos, a quienes debemos ver, escuchar y sentir más.


¿Qué mensajes construiremos de ahora en adelante?



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